viernes, 2 de diciembre de 2016

EPÍLOGO

Escribir epílogos es cosa triste. Abrumado por la pena, resumía los manuscritos, sintetizaba, enjuagaba con lejía las letras. Escribía: "independientemente de lo que me depare esta vida, nunca olvidaré estas palabras: un gran poder conlleva una gran responsabilidad, esa es mi virtud y mi maldición. ¿Que quién soy yo?. Soy Spiderman". Entonces se levantaba de la silla, alejaba la vista del ordenador y de los manuscritos enderedor y se servía una copa de Parfait Amour con hielo picado. Sonaba por los altavoces "Fox lady" de Hendrix. "La mutación es la clave de la evolución. Nos ha permitido pasar de organismos unicelulares a especie dominante del planeta. El proceso es lento y normalmente dura miles de años pero cada determinados cientos de milenios, la evolución da un gran avance". Maldito epílogo de X Men. De vez en cuando, para distraerse, dibujaba con el rotulador de punta de cerámica en una hoja doblada, narices y perfiles psicopátocos o demoniacos. Narices verrugosas de vieja bruja, orejas acabadas en punta, cejas arqueadas de fuego. Y zarcillos piratas. Después, manos a la obra, esta vez envuelto por el sonido de la ELO, epilogaba: "Desde el momento en que los invasores aparecieron, respiraron nuestro aire, comieron y bebieron, estuvieron condenados. Tras fracasar las armas y los recursos del hombre, fueron reducidos, destruidos, por las criaturas más diminutas que Dios, en su sabiduría puso sobre la Tierra. Mil millones de muertos hicieron al hombre acreedor a su inmunidad, al derecho de sobrevivir entre los infinitos organismos de este planeta y ese derecho es nuestro, ante cualquier adversario pues, el hombre no vive ni muere en vano". La "Guerra de los mundos" lo volvía melancólico.


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