sábado, 7 de enero de 2017

HITLER Y EL TABACO

El búnker de la Cancillería estaba asediado por las tropas rusas. Era el principio del fin. La supervivencia, cuestión de puro delirio. El Fuhrer, ojeroso y con barba de dos días, ya no mira alrededor. Todos los que se encuentran allí fuman tabaco sin el más mínimo recato ante su presencia. Quién diría que esta situación, (fumadores alrededor de Hitler, incluido Eva Braun), podría producirse apenas unos años antes.
Si algún mérito se puede achacar a la medicina del tercer Reich es el haber sido la primera en demostrar la vinculación del cáncer de pulmón y el tabaquismo. Muller, Schoniger y Schairer investigaron esta cuestión, encajando perfectamente en la concepción nazi de salud pública. Los peligros del tabaco armonizaban con la idea romántica de que los seres humanos habían sido contaminados por la poderosa civilización industrial, alejándolos de la naturaleza y, por tanto, de la propia salud. (Si repasamos detenidamente este concepto se verá que, en espíritu, está próximo a las ideas de la OMS sobre tabaco y salud). 
La obsesión por limpiar al pueblo ario de las amenazas del contagio impuro y corrompido acabaron en severas campañas antitabaco. Los carteles de "prohibido fumar" proliferaron por doquier. La propaganda no dejaba de recordar que ni Mussolini ni Franco eran fumadores, al contrario de Churchill y Stalin, que lo eran de forma notoria. A las chicas de la Sección femenina de las Juventudes hitlerianas les estaba terminantemente prohibido fumar mientras llevaran uniforme. La preocupación por los peligros del tabaco llegó a extremos grotescos: Himmler se preocupaba sobremanera sugiriendo que se llevara a cabo una vigilancia inteligente para que los "reclutas se mantengan no fumadores y no aprendan a fumar como consecuencia de la distribución de cigarrillos", (en el petate de cualquier soldado iba su ración de cigarrillos).
Hitler, vegetariano y abstemio, no permitía que nadie a su alrededor fumara, ni siquiera Martin Bormann o Eva Braun. Que Hitler, ( un sociópata con ramalazos de psicopatía), tuviera al tabaco como "uno de los más peligrosos venenos del hombre, mucho peor que el alcohol", era conforme a su miedo irracional a contraer cáncer, miedo que lo llevó a fomentar la investigación oncológica por todos los medios. También, claro está, en su paranoia, la aversión hacia el tabaco tenía connotaciones estéticas, inseparable en el ideario nazi de la obsesión higiénica por alcanzar la pureza absoluta de las cosas...
.....En el búnker  todos fuman delante de él. Eva Braun, desolada se agarra a las manos del fanático dictador. Le ha dejado por contacto impregnado el perfume de los cigarrillos que fuma. Hitler retira su mano y con un tic típico limpia con un pañuelo el olor. No desaparecerá. La muerte está cercana. Morirá jodido, le apestaban las manos a tabaco igual que el aire áspero de aquella fortaleza. 

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